Mi nombre es Metáfora y todos me preguntan la razón de mi existencia. Aun cuando ustedes me vean joven y bella les confieso que ya tengo bastantes años. Mi longevidad se debe a que quienes me utilizan tienen la magia de convertir lo antiguo en novedad; bueno, algunos hasta nombres nuevos y estereotipados me han puesto; escuché uno que casi logró que me diera un ataque de histeria, “comunicación neurolingüística”. Me fui de inmediato al espejo a ver si tenía cara de eso; le confieso que me gusta más mi nombre original o el que me dieron hace muchos años de parábola o fábula, y mi única finalidad es transmitir alguna lección para que pueda ser comprendida, desafortunada o afortunadamente. Soy tan versátil que mi esencia la pueden utilizar para construir o para destruir, para alentar o desanimar, para avanzar o retroceder, para evolucionar o involucionar; me incrusto en la mente de los seres humanos y a algunos los guío hacia la libertad y al arte de vivir, y por desgracia, a otros a la esclavitud y a la mediocridad.
La vida es una metáfora. Quien está convencido que vive en un valle de lágrimas inevitablemente logrará el galardón de “mártir graduado”; quien inicia su trabajo con la convicción de que deberá “ganar el pan con el sudor de su frente”, arrastrará su labor diaria; quienes están ciertos que “matrimonio y mortaja del cielo bajan”, sienten que su pareja les debe por siempre padecer y con una actitud de resignación vivirán lamentándose el resto de sus vidas; quienes atribuyen sus desgracias actuales a su karma de vidas pasadas se sumergen en la apatía y la indiferencia, y no existe estímulo alguno en ellos para luchar contra las adversidades.
Así el ser humano programa su vida de acuerdo con sus más profundas convicciones y hay por supuesto quienes en lugar de “jalar la vida” la van desafiando: quienes en lugar de tener problemas se enfrentan a desafíos; los que en lugar de deprimirse se dedican a reflexionar. Aparentemente se trata de un sencillo cambio de enfoques, pero que puede llegar a significar un cambio trascendental en la existencia de un ser humano. La base para el aprendizaje de cualquier idioma es la repetitividad. Cuando logramos enviar el conocimiento al inconsciente es cuando alcanzamos su dominio; así, en igual forma vamos creando todos nuestros hábitos consciente e inconscientemente. Desde pequeños nos han enviado mensajes metafóricos por lo que nuestras actitudes se van moldeando de acuerdo con ellos.
Si deseamos cambiar de vida se hace necesario cambiar en primer lugar nuestras metáforas existenciales para lo cual también se hace indispensable cambiar en forma radical nuestra actitud mental. La vida la debemos programar de acuerdo con lo que deseamos realizar: el éxito es el resultado de una suma acumulativa de convicciones optimistas. Así lo podemos constatar en la biografía de los triunfadores de todos los tiempos, quienes no se han dejado desanimar ante las adversidades, han resistido críticas, persecuciones y algunos han perdido la propia vida antes de claudicar a la realización de sus sueños. Algunos se imaginan que el éxito es el resultado de la buena suerte y como una metáfora más que debe guiar su existencia se sientan a esperar que la fortuna les sorprenda. Desafortunadamente la mayoría de estas personas mueren en ayunas pues el acontecimiento tan anhelado nunca llega.
Debemos imaginar que nuestra mente es como un gran jardín en la cual se dan todo tipo de flores y también hierbas destructivas y que si no las arrancamos a tiempo terminarán por destruir el resto. Si deseamos tener en ese jardín una floración maravillosa, es necesario cuidarlo, abonarlo, sembrar las semillas de las plantas que deseamos disfrutar y además regarlo todos los días. Así, de nuestra mente tenemos que arrancar los pensamientos que nos programan al negativismo, para lo cual se hace necesario enfrentar en cuanto surja cualquier pensamiento que nos lleva al desaliento y al derrotismo, desterrándolo de inmediato de nuestra mente y sustituirlo por un pensamiento que nos anime a seguir adelante. Ejemplo sencillo es nuestro saludo cotidiano, cuando nos preguntan “¿cómo estás?”, la mayoría contesta “más o menos”, “pasándola”, “estar vivo ya es ganancia”, etcétera; en cambio podemos responder: “excelente, estupendo, fabuloso, fuera de serie, mejor que nunca, de maravilla”, etcétera. Tal vez alguno piense que eso no es cierto, que solamente se está aplicando una receta más de cocina del conductismo, pero le quiero garantizar que el simple hecho de estar vivo ya es un milagro.