Estimados amigos y amigas, he querido compartir este artículo de Polan Lacki y Juan Manuel Zepeda del Valle, que creo describe la situación en la que se encuentra la educación en la mayoría de los paises latinoamericanos, espero sirva para reflexionar respecto a cuantos cambios profundos se requieren para cambiar nuestra realidad.
¿Educación en América Latina: Capitular ante los ruidosos sindicatos de profesores o inspirarse en los silenciosos campeones mundiales en excelencia educativa?
Polan Lacki y Juan Manuel Zepeda del Valle
Una reflexión introductoria:
En América Latina existe un creciente consenso de que el sistema de educación es el principal causante de nuestros problemas y fracasos personales, familiares, comunitarios, laborales, empresariales, gubernamentales, etc.; a tal punto que es cada vez más frecuente oír la expresión "Esto ya no da para más". A pesar de estas claras evidencias los gobiernos y las instituciones educativas insisten en hacer cambios muy superficiales en los programas de estudios, para dar la falsa apariencia de que están mejorando la educación. Ambos aún no se dieron cuenta de que nuestro sistema educativo requiere de una cirugía urgente y profunda en los contenidos curriculares, en los métodos pedagógicos y en los muy generosos/complacientes calendarios escolares. El tiempo que los educadores han dedicado a formular excusas para justificar por qué estamos tan mal en materia educativa deberá ser dedicado a enseñar mucho más y mejor.
Una reforma educativa seria, realista y objetiva deberá empezar en las dos "fabricas del subdesarrollo" que están impidiendo el florecimiento de las extraordinarias potencialidades de desarrollo existentes en nuestros países. La primera la constituyen las facultades de educación, institutos pedagógicos y escuelas normales que forman los futuros profesores; la segunda "fábrica", que es consecuencia más inmediata de la primera, la constituyen las escuelas fundamentales/básicas/primarias. En estas dos instituciones está instalado el generador inicial de las gravísimas debilidades y distorsiones educativas y en ellas deberá empezar la reconstrucción de nuestra semi-destruida educación. Los mejoramientos en la educación secundaria y terciaria, en gran medida, vendrán por añadidura, como consecuencia del efecto irradiador, producto de la eficacia de las dos reformas prioritarias recién mencionadas.
En sus vidas cotidianas las grandes masas de pobres de América Latina siguen pagando las consecuencias de la insuficiencia e inadecuación de lo que les enseñaron, o les dejaron de enseñar, sus padres y/o sus maestros. Debido a esta debilidad educativa los pobres viven permanentemente afectados por desgracias que están muy cercanas a sus núcleos familiares: subempleo, desempleo, malnutrición, enfermedades, hacinamiento, violencia, criminalidad, alcoholismo, drogadicción, etc. Los gobiernos intentan, pero no logran, suavizar o contrarrestar estas desgracias humanas proporcionándoles efímeras y excluyentes migajas paternalistas; en vez de eliminar la principal causa que las origina y alimenta: la insuficiencia y/o inadecuación de conocimientos, de habilidades, de comportamientos, de actitudes, de valores y de principios éticos de la mayoría de los latinoamericanos.
Nuestro sistema de educación aún no está cumpliendo su principal función que consiste en desarrollar las potencialidades latentes de los educandos para que ellos sean menos vulnerables a estas desgracias y más autodependientes (o independientes) en la solución de sus problemas cotidianos. El desarrollar dichas potencialidades es una tarea que la educación escolarizada sencillamente no tiene a quien delegarla y consecuentemente debe asumirla. Entre otras, por la elemental razón de que la gran mayoría de los padres y madres de familia, aunque quisieran, desafortunadamente, no están de condiciones de enseñar a los hijos aquello que a esos mismos padres nadie, jamás les enseñó. Es por esta razón de fondo que el sistema escolar, quien además de enseñarles con mayor eficiencia las materias del currículo convencional, debe asumir dos nuevas atribuciones: educarlos en actitudes, comportamientos, principios y valores que los padres no proporcionaron a sus hijos y adicionalmente des-enseñarles/corregir todo lo equivocado e inadecuado que, desde la más temprana edad, los niños han aprendido de sus padres, de sus vecinos y a través de los perniciosos y destructivos programas y mensajes publicitarios de la televisión.
La mayoría de los padres de familias, conscientes de que, en la era del conocimiento, es necesario estudiar cada vez más, hacen un gran esfuerzo para que sus hijos concluyan la educación fundamental/primaria y, si es posible, hasta la de nivel medio. Sin embargo, cuando los jóvenes concluyen dicha escolaridad y buscan su primer empleo surge la gran decepción. Los conocimientos (disfuncionales, descontextualizados, fragmentados, teóricos y abstractos) que la escuela les proporcionó, no son aquellos que los potenciales empleadores desean y necesitan encontrar en un buen trabajador, empleado o funcionario. El mercado laboral los rechaza porque las escuelas no les proporcionaron los conocimientos, tampoco las aptitudes y mucho menos los comportamientos, las actitudes, los valores y los principios éticos que son necesarios para tener una convivencia civilizada en la sociedad y un desempeño más eficiente y productivo en el trabajo. Ante esta realidad cabe preguntar: ¿De qué sirvió aumentar el gasto y esfuerzo para frecuentar la escuela durante 9 o 12 años?
Si es tan imprescindible y urgente mejorar la calidad de nuestra educación, ¿Por qué no lo hacemos?
Entre otras, por las siguientes razones que no siempre ni necesariamente dependen de altas decisiones políticas ni de elevadas inversiones de recursos financieros en el sistema de educación:
1) La actitud de los líderes sindicales de los profesores, quienes desde hace muchos años han estado confundiendo a las autoridades, los medios de comunicación y la opinión pública, al presentar ruidosas reivindicaciones de sus intereses corporativos (decisiones políticas más generosas en términos de salarios, jornadas de trabajo, estabilidad laboral, tolerancia con el ausentismo de los docentes, etc.). Presentan tales reivindicaciones de interés gremial, como si estos fuesen los requisitos imprescindibles para que los docentes puedan corregir sus ineficiencias y mejorar la calidad de la educación. Con tal procedimiento, durante décadas y más décadas se mantienen en una muy cómoda postura de condicionar el mejoramiento de la educación a que los gobiernos satisfagan sus reivindicaciones gremiales. En vez de evitar/corregir/eliminar, ellos mismos, algunas de sus propias debilidades e ineficiencias, porque en realidad son estas las más importantes causantes de la baja calidad educativa.
No confundir intereses sindicales con las reales necesidades de la educación
Al ser demandados a proporcionar una educación más funcional y de mejor calidad con contenidos que los educandos puedan aplicar en la solución de sus problemas cotidianos, muchos líderes sindicales de los profesores, esgrimen algunas justificaciones sobre las supuestas causas del bajo desempeño de los docentes, como por ejemplo: que la inversión pública en educación es insuficiente (como porcentaje del PIB); que los salarios son muy bajos, con la consecuente necesidad de trabajar en varios turnos y en varias escuelas lejanas unas de las otras; que faltan laboratorios, bibliotecas y computadores; que no tienen oportunidades de hacer cursos de posgrado en el exterior; que existe exceso de alumnos por aula y que los estudiantes ingresan a las escuelas muy mal educados desde sus hogares (en relación a esta última justificación, es evidente que los alumnos tienen que llegar a la escuela mal educados pues a los padres de esos niños esa misma escuela tampoco les enseñó a ser bien educados). Por supuesto que está fuera de discusión que algunas de estas dificultades/adversidades existen y necesitan ser corregidas y/o eliminadas por los gobiernos. Sin embargo, ellas están muy lejos de ser las principales causantes de la disfuncionalidad, descontextualización y bajísima calidad de nuestra educación.
Si esas reivindicaciones de los sindicatos fuesen las verdaderas causas, cabrían las siguientes preguntas: a. ¿Por qué en las muchas escuelas en las cuales no ocurren esas supuestas adversidades, la enseñanza es igualmente de pésima calidad? b. ¿Por qué en los varios países latinoamericanos en los cuales los gobiernos hicieron y siguen haciendo importantes y crecientes inversiones en el sistema de educación e incrementaron los salarios de los profesores (México, Brasil, Chile, Colombia), no ha mejorado el desempeño de los docentes ni el aprendizaje de los alumnos?
Reiterados estudios realizados por instituciones serias, nacionales e internacionales (Se sugiere leer el Informe McKinsey “Cómo hicieron los sistemas educativos con mejor desempeño del mundo para alcanzar sus objetivos”: http://www.eduteka.org/pdfdir/McKENSEY_InformeReformaEducativa.pdf), han demostrado que esas supuestas causas no tienen mayor incidencia en la calidad de la educación y por esta razón las excusas de los sindicalistas no resisten a una argumentación seria. Dichos estudios han demostrado que existen otras causas cuya eliminación produciría un extraordinario impacto en el mejoramiento de la calidad de la educación; y casi todas ellas pasan por la necesidad de mejorar dramáticamente la formación, capacitación y dedicación de los docentes. Logrado tal objetivo/requisito muchas de las causas más profundas de la baja calidad educativa podrían ser corregidas o eliminadas por los propios profesores directamente en las aulas, independientemente que lo que hagan o dejen de hacer las altas autoridades educativas nacionales. Es en el bajo desempeño de los docentes que se origina el gran problema; por este motivo es en ellos y con ellos que puede y debe empezar la gran y definitiva solución. Es en el desarrollo de las competencias de los profesores, y no necesariamente en las altas decisiones políticas ni en las instalaciones físicas de las escuelas, que es necesario hacer una inversión inteligente, pragmática y prioritaria para que ellos tengan un mejor desempeño dentro de las aulas. En resumen, presiones sindicales basadas en diagnósticos equivocados están induciendo los gobiernos a adoptar terapéuticas también equivocadas, las que, por supuesto, están despilfarrando los escasos recursos públicos y coleccionando resultados claramente decepcionantes. En vez de seguir dando oídos a esos sindicalistas equivocados nuestras autoridades de educación deberían analizar qué fue lo que hicieron y siguen haciendo las escuelas de Shanghái (China), Singapur, Corea del Sur, Finlandia y Hong Kong cuyos alumnos obtuvieron los primeros cinco lugares entre los 67 países que participaron del último examen PISA-OCDE realizado en el año 2009. Mientras que, en nuestra mal educada América Latina, Chile, Uruguay, México, Colombia, Brasil, Argentina, Panamá y Perú ocuparon, respectivamente los lugares de números 45, 48, 49, 53, 54, 58, 63 y 64 entre los 67 países participantes.
¿Formar profesores críticos o autocríticos?
2) La pésima formación que las facultades de educación/institutos de pedagogía/escuelas normales están proporcionando a los futuros profesores (disfuncional, descontextualizada, excesivamente teórica y abstracta, politizada e "ideologizada”). En muchas de ellas se sigue insistiendo en slogans abstractos y difusos como por ejemplo que: mejorar/enfatizar la enseñanza de los contenidos de las materias y de los métodos pedagógicos más productivos y eficaces, "es una visión reduccionista de los neoliberales porque la educación es mucho más que esto". Y que su principal función es formar profesores conscientes y críticos (y esto en la práctica es sinónimo de criticar a los gobiernos de turno, a los países ricos y desarrollados, a la globalización y al neoliberalismo, al FMI y al Banco Mundial; siempre echando en los demás la culpa por nuestro subdesarrollo en vez de asumir la responsabilidad de mejorar nuestra educación formando profesores competentes que actúen como los más importantes agentes de desarrollo de cada país). Por supuesto que es necesario que las facultades de Educación/Pedagogía y Escuelas normales formen maestros conscientes y críticos de las injusticias e inequidades sociales existentes en nuestros países. Sin embargo, mucho más prioritario y constructivo será formar profesores autocríticos que analicen las profundas disfuncionalidades e ineficiencias de nuestro sistema educativo, y formar y comprometer a los futuros maestros a que ellos mismos corrijan aquellas debilidades que pueden y deben ser corregidas por los propios profesores. Porque gran parte de dichas inequidades e injusticias sociales se debe coincidentemente a la pésima calidad de la educación que los egresados recibieron en las escuelas que frecuentaron. Adicionalmente dichas facultades/institutos/escuelas normales suelen mantener a los estudiantes durante 4 o 5 años recluidos en las aulas; con mínimo o nulo contacto/consulta con los clientes/usuarios/beneficiarios o empleadores de sus egresados. Con tal aislamiento siguen dictando largas y tediosas clases discursivas e ignorando las verdaderas necesidades educativas del mundo real y contemporáneo. Prefieren dedicarse a teorizar elucubraciones y abstracciones (sobre los aspectos filosóficos, sociológicos, históricos y antropológicos de la educación, las teorías de Jean Piaget, Liev Vigotski y Paulo Freire, etc.), en vez de enseñarles aquello que es verdaderamente medular y prioritario: cómo otorgar a los futuros profesores una formación más ecléctica, funcional, práctica y pragmática de modo que, inmediatamente después de egresados, sepan en la teoría y especialmente en la práctica:
- En primerísimo lugar, enseñar a los niños y jóvenes las actitudes, comportamientos, principios y valores para que tengan una convivencia civilizada en la escuela, en el hogar, en la comunidad y futuramente en el trabajo;
- Cómo levantar el ego, la autoestima y la autoconfianza de los niños y jóvenes para que adquieran la voluntad de progresar en la vida gracias a su propio esfuerzo;
- Cómo enseñarles para que tengan un mejor dominio de los contenidos curriculares y una práctica docente más eficiente y productiva, orientada a la obtención de mejores logros educativos;
- Cómo preparar y presentar clases estimulantes y productivas que despierten la atención, la curiosidad y la creatividad de los educandos;
- Cómo estimular "buenas prácticas" de comportamientos y mantener la disciplina en las aulas;
- Cómo preparar deberes de casa o tareas, que estimulen y fortalezcan el gusto por la lectura y el autoestudio;
- Cómo establecer un relacionamiento de cooperación con los padres y madres de los alumnos y con sus comunidades;
- Cómo mejorar las actitudes y comportamientos de los profesores, funcionarios y alumnos de cada escuela para que sus buenos procedimientos, actúen como una suerte de currículo oculto o invisible y sirvan como ejemplos a ser internalizados y adoptados por los educandos.
Durante el período de formación las facultades de educación/pedagogía y escuelas normales deberían exigir que sus alumnos ejecuten/realicen en la práctica lo que están aprendiendo en la teoría; y que practiquen lo que les es enseñado, tantas veces cuantas sean necesarias, hasta que aprendan a hacerlo con perfección y prolijidad. Ese es el momento, y no después de egresar y fracasar como docentes, que deberán adquirir las competencias necesarias para tener un buen desempeño docente y, como consecuencia, mejorar el rendimiento en el aprendizaje de sus futuros alumnos. Dichas prácticas deberán ser supervisadas y evaluadas por los profesores y, siempre que sea necesario, deberán ser inmediatamente corregidas, in situ, por los propios alumnos-profesores, bajo la supervisión de los docentes.
En las debilidades y disfuncionalidades del qué y del cómo esas facultades y escuelas normales están enseñando a los futuros profesores, reside una importantísima, aunque subestimada y casi siempre ignorada, causa de la pobreza y del subdesarrollo de América Latina. Los primeros reflejos de esa débil formación empiezan a manifestarse en las escuelas fundamentales/primarias. Inmediatamente después, en virtud del "efecto cascada" de ese débil inicio, provocan el bajo desempeño/desmotivación/aburrimiento/deserción de los alumnos en las escuelas de educación media y de éstas en las de educación superior. La inadecuada e insuficiente formación de los futuros docentes afecta muy especialmente a aquellas grandes mayorías de pobres para los cuales el acceso a las escuelas fundamentales es la única oportunidad de aprender algo útil para mejorar su desempeño en la vida y en el trabajo. Esta gran oportunidad de desarrollar las potencialidades latentes y abrir futuras posibilidades de desarrollo a todos los niños y jóvenes de cada país, no puede seguir siendo desperdiciada, ni siquiera postergada pues en tal caso será muy difícil, por no decir imposible, recuperarla en el futuro. Es por esta razón que las facultades de pedagogía/educación y escuelas normales deben otorgar especial énfasis e importancia a una adecuada formación de los futuros maestros de las escuelas fundamentales o primarias. Porque debido a su baja calidad, son muchos los niños y niñas que, luego de cumplir los 4 o 5 años iniciales de las escuelas primarias las abandonan porque no encuentran motivación ni justificación para seguir estudiando. Las abandonan, sin haber adquirido/desarrollado autoestima, autoconfianza, deseo de superación, motivación para el trabajo, una ambición sana para progresar a través de su propio esfuerzo. Abandonan las escuelas pasivos, apáticos y sin iniciativas; y con estas fragilidades de antemano, son serios candidatos al fracaso, al desempleo, a los vicios y a la criminalidad.
La urgencia recomienda adoptar una medida de carácter emergente
3) Sin embargo, mientras las facultades de educación/pedagogía y escuelas normales no formen la nueva generación de docentes requerida por el mundo moderno, es necesario adoptar una importante medida de carácter emergente. En las propias escuelas fundamentales ofrecer a sus profesores oportunidades y cursos de re-capacitación/actualización (de corta duración y eminentemente prácticos) para que los propios docentes puedan corregir las ineficiencias que cometen con mayor frecuencia porque la situación es dramática. En América Latina aún tenemos un alto porcentaje de alumnos quienes luego de concluir e aprobar los primeros 4 años de la educación fundamental ni siquiera saben leer y escribir, y cuando aparentemente leen no logran interpretar lo que están leyendo, ni hacer las 4 operaciones aritméticas básicas y mucho menos cuando estas incluyen cálculos con fracciones decimales. Ese bajísimo aprovechamiento educativo confirma y comprueba que muchos profesores de las escuelas fundamentales presentan debilidades primarias y elementales en su desempeño docente; y que consecuentemente estas requieren de correcciones igualmente primarias y elementales, a través de cursos de capacitación que les permitan corregir sus ineficiencias. Estos podrían ser realizados en las propias escuelas en las cuales están trabajando, in situ, con un fuerte componente de autoestudio y adecuado apoyo bibliográfico y pedagógico. Tal medida permitiría mejorar el desempeño de los profesores en el aula, sin necesidad de alejarlos de sus puestos de trabajo y sin incurrir en elevados gastos con los muy poco productivos y excesivamente teóricos cursos de posgrado.
Respetar la meritocracia y no capitular ante los “caciques”
4) La nefasta interferencia político-partidista y sindical en la formulación de las políticas educativas y particularmente en el nombramiento de los profesores y de los directores/ejecutivos de las escuelas. Debido a los daños que producen tales interferencias, estos temas jamás podrían ser manejados por "caciques" políticos y sindicales. Antes de asumir sus cargos los directores de las escuelas fundamentales deberían recibir un entrenamiento práctico de pre-servicio y hacer una pasantía en alguna escuela reconocida por la excelencia de su administración y de los resultados educativos obtenidos. Dicha pasantía les permitiría aprender cómo deberán proceder para mejorar el rendimiento educativo de la escuela que les tocará dirigir. En la educación, que es el más importante y estratégico sector del desarrollo de cualquier país, el imperio de la meritocracia debería ser un valor innegociable. Una institución y una función tan noble como es la educación necesita ser "blindada" contra injerencias perniciosas.
5) La no adopción de una política que, basada en la evaluación de desempeño de los docentes y en los resultados/logros educativos por ellos obtenidos, permita pagar salarios diferenciados a los mejores profesores. Pagar el mismo sueldo al mejor y al peor profesor de una escuela significa premiar a los acomodados e ineficientes y castigar a los esforzados y eficientes.
6) Los docentes, muy especialmente de las facultades de educación/pedagogía/escuelas normales y de las escuelas fundamentales deben ser permanentemente supervisados y evaluados en su desempeño, in locum, es decir dentro de las aulas. Los profesores evaluados deberán ser informados sobre sus debilidades y recibir orientaciones para corregirlas o eliminarlas, también in situ.
7) Todas las escuelas deben tener un currículo/pensum con contenidos mínimos, con objetivos de aprendizaje claros y precisos, con exigencias rígidas para su cumplimiento y los correspondientes libros de apoyo didáctico elaborados por educadores pragmáticos que sepan distinguir lo que es esencial y lo que es secundario, para que cada profesor sepa qué y cómo deberá enseñar, y no a seguir haciendo lo que le indique su criterio personal.
8) La evidente inadecuación de los contenidos curriculares a las reales necesidades de vida y de trabajo de los educandos. Los currículos de las facultades de educación y de las escuelas fundamentales/primarias están recargados de contenidos irrelevantes los que deberán ser extirpados y reemplazados por otros que sean de real necesidad e importancia para desarrollar las potencialidades latentes de los educandos.
Para aprender más y mejor es necesario enseñar más y mejor
9) La excesiva generosidad en la formulación/diseño y especialmente en el cumplimiento del calendario escolar. Si existe consenso de que en la era del conocimiento todos los ciudadanos necesitamos aprender más y mejor, el primer y más importante requisito es que en el sistema de educación los profesores enseñen más y mejor y los alumnos aprendan más y mejor. Lo anterior nos lleva a la siguiente pregunta: si la gran mayoría de los ciudadanos tienen que trabajar 11 meses al año y 8 horas al día, ¿Por qué en las escuelas tenemos, en promedio, apenas 8 meses de clases al año y 4 horas al día; máxime si en esos 8 meses tenemos frecuente ausentismo de profesores, feriados, pre-feriados, pos-feriados y huelgas ya sean de docentes, funcionarios o estudiantes? Con esta permisividad, los 180 días del calendario escolar en muchos casos acaban por transformarse en 140. Mientras un país como Corea del Sur que ha llevado en serio el desafío de mejorar su educación exige 220 días lectivos y con jornadas diarias de estudios, intra y extra clases, que llegan a 12 horas al día.
Es necesario premiar y reconocer a los mejores profesores
10) Crear mecanismos y/o estímulos/premios, monetarios o de reconocimientos públicos, para estimular a todos los profesores de cada país a que actúen como protagonistas/sujetos del mejoramiento de la educación. Hacerlos agentes/sujetos de las innovaciones, que se sientan como tales y que sean premiados por hacerlo. Algo que contribuya a reemplazar la "victimización", la omisión y las protestas de los profesores, no apenas por propuestas, sino que por su protagonismo en la adopción de medidas concretas dentro del aula y de sus propias escuelas. Actualmente los esfuerzos y logros personales de los mejores profesores no son reconocidos ni premiados; da lo mismo ser óptimo que ser pésimo como profesor. En vez de premiar los seudo ídolos del futbol, de las telenovelas y de los nuevos ricos que aparecen en la Revista Caras y demás revistas sobre moda, deberíamos premiar y reconocer a los verdaderos ídolos del mundo moderno, los buenos y abnegados profesores que existen en todos los países de América Latina.
11) A más largo plazo buscar mecanismos y estímulos para valorar la profesión de los profesores atrayendo a la carrera docente los mejores egresados de la educación secundaria y establecer criterios muy rigurosos para seleccionar los pre-seleccionados (con énfasis en el dominio del idioma, matemáticas, comunicación fluida, deseo y interés para seguir estudiando y perfeccionándose, voluntad de ser docente, etc.). En Corea del Sur solo pueden candidatearse a las escuelas formadoras de maestros el 5% de los mejores alumnos de la secundaria, en Finlandia 10% y en Singapur el 30%. En América Latina ocurre exactamente lo contrario pues ingresan a las carreras docentes los que obtuvieron los últimos lugares en la secundaria.
Una reflexión final: el efecto destructivo de la televisión
La adopción de estas medidas permitirá lograr un importante mejoramiento en la calidad de nuestra educación. Sin embargo, ellas perderán su efectividad si los gobiernos no imponen severas normas y restricciones a los medios de comunicación, especialmente radio y televisión, que las obliguen a mejorar dramáticamente los contenidos de sus programas y de sus dañinos mensajes publicitarios, que están anulando/destruyendo lo poco que las escuelas y los padres están enseñando a sus hijos. Es sencillamente inaceptable que los poderosísimos y muy eficaces medios de comunicación (cuyo funcionamiento depende de previa concesión /autorización gubernamental) no sean utilizados para difundir y estimular la adopción de actitudes, comportamientos, principios y valores (de honestidad, integridad, honradez, amor al trabajo, cooperación y solidaridad, etc.), además de recomendaciones sobre higiene, alimentación, prevención de enfermedades, primeros auxilios, etc. , Y que sigamos aceptando y permitiendo que dichos medios sigan "deseducando" e idiotizando a los oyentes y a los televidentes con mensajes de consumismo, individualismo y egoísmo, violencia, banalidades, mediocridades y trivialidades, ostentación y vanidad, incitación a los vicios e idolatría a seudo ídolos. Máxime si consideramos que podrían y deberían difundir, a muy bajo costo y con alta eficacia/eficiencia, el más imprescindible insumo del mundo moderno que es el conocimiento útil, cuya insuficiencia es la principal causante de los problemas, sufrimientos y angustias de la mayoría de los latinoamericanos. En Brasil, a modo de ejemplo, los niños consumen en promedio pésimos programas de TV durante 5 horas al día; es decir dedican más tiempo a "deseducarse" en la televisión que a educarse en las 4 horas que permanecen en las escuelas; muy probablemente algo similar ocurre en casi todos los demás países latinoamericanos. Ante esta inversión y destrucción de valores es triste y tenebroso el futuro de nuestra América Latina.
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